Ya no iré, ya no, al Kilimanjaro
y seguiré sufriendo mal de altura.
La alegría, la cordura,
son el ancla que no me vuela a Tanzania.
Nunca, nunca ya
haré una ruta maltratada por turistas
ni romperé con mis botas
un trozo del paraíso.
Ya nunca subiré al Kilimanjaro
porque tal vez no necesito
subir a su cumbre
y lo que eso significa.