Yo no llego nunca,
yo transito en un movimiento
constante y gerundio,
ni péndulo, ni centro.
No soy, estoy
como el agua que hoy es río
y mañana será lluvia, nieve, alud o niebla.
Ni pertenece a la montaña ni a la piedra.
Yo no acabo de llegar, no hay meta
que me haga detenerme.
No tengo que parar,
escribir una lápida,
poner un solo rostro a mi cuerpo.
Y dentro de mí misma
estoy quieta y en silencio.
Así que, igual que el agua,
me es más fácil devolver
solo un reflejo.