El miedo no era el problema,
aunque se empeñaran en que lo quemaras
ya en hoguera de San Juan,
ya en las cráteras llenas de vino dedicadas a los dioses.
El miedo nunca fue el problema que te hirió.
El miedo tuvo su misterio y su alma.
Su hueco, su vano, su relieve y su bulto.
Un cuerpo de peso
con quien bailas o lloras.
Pero no fue el miedo,
no te engañes,
no te engañen.
Fue el descanso y la hipnosis,
fue el silencio y la mentira,
la enredadera y la sombra
lo que te paró los pies
con su hacha de doble filo.