No son todas las canciones,
ni son todas las horas.
Ni los cielos cayendo, ni las rachas de viento.
Ni la suerte que persigue y esquivamos.
Tampoco el eterno retorno,
ni el trastorno, el que duele y el otro.
Ni llegar tarde, ni estar presto,
ni el bucle, ni lo suficiente.
Ni balcones, ni jardines,
ni las calles sin salida, ni siquiera
ese suspiro al final del día.
La clave para, no ya salvación,
sino para que ser un personaje
tenga algo de trasfondo
es, tenlo por seguro,
la pequeña risa que aún duerme
en cada uno de nuestros humildes brazos
expectantes y ciertos.