Todos estamos yendo
al lugar donde creemos
que el vacío quizá desaparezca.
Y jugamos y nos esforzamos
y damos vueltas y respondemos y pensamos
que si todo es correcto, por fin, lo estable.
Y empieza de nuevo la guerra de correr
hacia donde no sabemos, hacia donde no debemos
y choques y curvas y dudas y estrépito.
Y la calma incómoda.
Y la pesadilla de cada tiniebla.
Porque no queremos saber
una cosa hermosa y feroz:
la felicidad tal vez sea
darse cuenta y aceptar
que este hueco no se llena
con nada.