Tengo una mirada y algunas afirmaciones
de esas que no dan miedo.
Tengo una llamita entre el pecho y mi sonrisa
que quiere conocerte y seguir siendo
escuchando atenta los flecos que desvelan
ese algo más que trae mañanas.
He tenido algunos malos días
como viejos retos nunca superados.
Y he querido exponerlos con cuidado
como si fueran más tuyos que de mi epicentro.
Y allá no en condicional, como si fuera,
sino con un axioma, cuando se pueda,
doblarte la apuesta
y seguir multiplicando
sin pensar para qué sirve,
sino cuánto me alegra.