Hay días rápidos,
de ansiedad,
de todo o nada,
de todo ahora,
de sin horas,
de huesos que no llegan,
de tiempos que se agotan,
de llamadas aliteradas,
de alfileres en mi oído,
de mi nombre en boca de todos pero
si no
me escuchas.
Y hay días lentos en los que se espera
que el saldo de las preguntas y de las respuestas
por fin desequilibre.
Días de la duda y la piel hecha viscosa.
De mirar por la ventana para ver el movimiento de las nubes
y no saber si se mueve el cielo o es la tierra.
Son los peores días de mi vida en el planeta.
Y son el ancla.
Y son mi tiempo que bendigo
porque es mío.