Después de tanto tiempo
seguía en mi cabeza
una barahúnda de palabras con sentido.
Resuena, resuena
el ingenio que hubo
y en cualquier lugar surge y sale
imparable ese pájaro que anidará, quién sabe,
en tu pecho, en mi falda.
Casi, casi asoma por la garganta,
aprendo a hablar,
a sentir con el nacimiento del cabello,
no contengo y digo
«no guardar, sé, sustancia, aparecidos».
Y cojo papel, lo que me den los dioses
y anoto para siempre
(que bien pudiera ser nunca)
todo este agolpe de letreros
que has descorchado
y yo me he bebido.