Yo tuve un mes infalible
en el que pude contestar mirando cara a cara.
Y si me embestían, me reía
porque sabía que era más fuerte
que unas palabras temerosas, pero no temibles.
Yo supe deshacer el lío de los cables
y llamar uno por uno a los que se oponían
y explicarles, bien con cartas, bien con señas,
hasta dónde iba a dejarles.
Construí una llave que no funcionaba
y para nada me servía, pues no importaba
que nadie entrara, que nadie se llevara
mi mano abierta al mundo.
Pude conmigo, con todos los lastres
y conseguí el más difícil todavía
en este espectáculo que tramo:
negociar los zarpazos del recuerdo
decantando solamente lo habitable.