Sucedió como siempre sucedía.
Se encendía una vela en medio del agujero negro
y atrapaba cuanta energía caía dentro.
Y al consumirse toda, el miedo y la verdad
trazaban líneas sin rescate.
Pasé ese enero explicando
que habría que revisar todos los planos:
los errores de cálculo traerían
accidentes más pronto que tarde.
Y afirmé que si la culpa era una casa,
yo alquilaría todas las habitaciones.
Y es que no siempre en primavera
aparece en cada árbol nuevo brote.
Hay momentos de la vida en que es enero
en cada corazón al mismo tiempo.
Sucedió como siempre sucedía,
un invierno y un invierno atravesados.
Hasta que cambian los paisajes y los nombres,
también los años entienden los atajos.
No hubo anuncios ni señales, los pronósticos
seguían dando nieve cada noche.
Pero no siempre la misma historia
tiene ya cerrados los finales.
Y ahora ando preparada para todo,
hasta para el hueco que amenaza con quedarse
cuando echo terriblemente de menos
eso que se vuelve insípido y desechable
si lo hago mío y lo atrapo
pidiéndole protección y abrigo.