Valoro la mirada observadora
que no se pierde nada
y, además, analiza
sin quedarse en una superficie
de ondas en movimiento,
sino que, con mala educación,
se cuela en tu casa a robarte algo
y lo que te quita te lo da multiplicado.
Valoro la mano tímida, pero valiente
que pasa por tu espalda pidiendo y regalando
sin conformarse con menos de lo que merece.
Y cambiar la piel y reinventarse
no es tan fácil, ni tan difícil.
Los juicios seguirán, fue así desde el principio,
pero nosotros nacimos
para ser irreverentes.