
Yo vine, yo confieso, a tirar dardos,
a no dejar en paz la marejada.
Mejor era decirlo más brillante
que con el cuidado que todo cuerpo merece.
Yo vine a recorrerte, sin títere, sin cabeza,
a suspenderme en tu imagen,
a ser monstruo de piedra con mejores letras.
Te me vas a escapar, me río.
Te entrecuelas, tú que sabes,
te me evades con astucia.
No he aprendido casi nada,
pero sí lo suficiente
para que al coger ese recodo
me encuentres al asalto
armada hasta los dientes.
Te me vas a escapar. Pero no vivo.