
Mantener esa superficie de agua sin ondas
en forma de sonrisa que no sea forzada,
anegar el lateral del cuerpo manteniendo seco
el centro, ardiente, árido, erosión sin cese.
Seguir iluminando para que no se vean las pelusas, seguir
contestando paciente a todos los acuses de recibo.
No sacudir la cabeza demasiado fuerte,
no se deshaga el peinado,
perseguir a un pajarito que va dos pasos por delante.
Contener en el almacén de la fábrica
todas las lágrimas que se convierten en cemento,
prohibido el derroche,
seguir arando, arañando el surco
con un eterno pensamiento de semilla que no es.
Porque hay un pajarito que tiene hambre,
pero ya no quiere comer.