
Bajo tu atenta mirada de estatua
yo te escuchaba hablar de cuerdas anudadas.
Tenía el aire olor a origen.
Y aunque sabía que no habría cimientos,
no me rendía, no me rendía,
intuía savia nueva
y yo regaba.
Y era oscuridad y tus palabras
una misma cosa aquella noche.
Y yo supe un poco en ese trance,
un poco en pequeñas oportunidades
que quería serte útil de por vida,
durase lo que fuera mi servicio,
ya el espacio que ocupé en mi sitio,
ya un viaje a través de todas las ocasiones.