
Hay una finísima capa de escarcha
a veces en tus ojos.
Se quiebra débilmente,
pero nunca se funde.
Tan delgada que apenas
se la oye romperse.
Protege de enemigos
y también de amigos.
Nadie sabe si te sirve
o te entristece.
Ahí está:
presentando tu gesto.