
El último poema,
la nota que deslizo hacia los restos.
No sé si tabla rasa, si picas y espadas, sí, tal vez,
tal vez quisiera otro momento
inolvidable de corazón reventado.
Me miento hasta los huesos, ni lo dudo.
Qué espero del oriente. Nada espero.
Ni es el final ni es un transcurso.
Puedo seguir celebrando las victorias
de pequeñas guerrillas. Nada espero.
Puedo seguir fingiendo que sabemos
la respuesta inequívoca a este asunto.
O tú ganas o yo pierdo. Nada espero.
O quemo un templo y los dioses me castigan
ley en mano.
O impongo mi presencia y rebeldía.
O me engaño solamente,
hasta que baste.