No daré la espalda a la melancolía.
La invitaré a cruzar y a quedarse lo que quiera.
No diré no puedo más, no me opondré
con los brazos en cruz empujándola hacia afuera.
Un día solo lo sentiré veintitrés horas;
otro, ya no lo pensaré hasta después de amanecer.
La noche se hará corta,
aunque siga apareciendo esa imagen
mientras río en las fiestas de todas las cosechas.
No negaré que extraño las palabras,
honraré cada una de las que recuerde,
sonreiré cuando un acorde me vacíe la espalda,
sentiré el arañazo, pero también dulzura.
Tener esta medalla significa
que allí hubo amor, que sirvió de algo,
que el grano de arena que se convierte en perla
fue un trabajo del que sentir orgullo.