Quedan los jerséis pequeños
porque el pasado nunca atraviesa en balde
ni los pechos ni los baches, no puedes
ya caber en una crónica que ha encogido
porque diste suficientes pasos para verla así, pequeña.
O tal vez has sido tú la que creciste,
dejando espacio justo a los motivos
que tienen ya el hueco necesario
para reventar las costuras de lo que se ha ido,
esa terca médula que intenta llamar a deshoras
y te crece por tobillos, por caderas,
arrastrándote hacia abajo. No la dejes:
los que allá estuvieron y aún te quedan
esperan que construyas nuevas rutas,
esperan que te olvides un momento
de que no siempre fuiste un ser de risa,
una preocupación sincera,
una cabeza ladeada para pensar mejor.
Ellos también te necesitan pronto,
aunque vengan del mismo tiempo ya lejano
en que todos los jerséis se ajustaban bien al cuerpo
y erais tan pequeños,
y estabais asustados.