Empiezan las mañanas
con una ilusión sin nombre,
una energía azul eléctrico que tira de mí,
tabula rasa que anula
los descuidos de ayer noche.
Empiezan las mañanas y se acaban
porque llega el mediodía aún dorado,
sigue habiendo oportunidades
de que llegue eso que aguardo
entre el poso del té de la comida
y un postre que todavía no es amargo.
Pasan sobre el alfeizar algunos pájaros muertos de hambre,
pero no tengo prisa, yo soporto un poco más
que un cuerpecito emplumado.
Y así, sin darme cuenta,
llego a una oscura noche, al fin del día.
Barriendo los despojos de lo que tuvo que haber pasado
desconecto esta máquina esperando la mañana
que inicia una ilusión sin nombre
y una corriente un poco más débil.