No sé si eran vencejos, urracas, golondrinas,
pero piaban, chillaban, cantaban.
Y hacía frío, cuello metido.
Y un anciano los señala con sabiduría gerontológica.
Y sigo bajando la calle naranja.
Y el sol sigue robando un minuto y se nos muestra.
Y juegan los pájaros todavía.
Y hacía frío pero nos apostamos la bufanda.
Y todo podía quedarse quieto, no un instante, toda la vida quieta.
Y era un pisapapeles sin adornos, solo vida.
Y se podría romper si alguien se moviera.
Y todo se movía con unos pasos aprendidos, el niño, el anciano, el pájaro.
Y sigo bajando la calle y formo parte de ello.
Y recuerdo mi papel en este juego.
No sé si eran vencejos, urracas, golondrinas,
y aunque continuamente había estado atenta
tuve que exclamar una vez más sorprendida
“¡ahí va! ¡pero si es primavera!”
Inmediatamente, pensé en ti
y vi las cosas de siempre
como si fueran nuevas.