Adicta a contar historias,
a describir el lugar de los hechos,
a vuestra risa con mis palabras.
Adicta al aplauso regocijado:
os he regalado un momento
de despeje y buena sombra. Os recalo
en un suceso cotidiano y con sentido
lejos de esta objetividad
que tiene plomo y malas intenciones.
Adicta a que me hagáis el favor de ayudaros,
distraeros
con los mil relatos de Sherezade
y que no tengáis que preguntar
si es mentira lo que estáis creyendo,
si el juicio caerá sobre vosotros
con estrépito o con ira.