Allí estaba.
La semilla que cayó lejos
y tardó en encontrar su cobijo y su alimento.
Allí estaba.
Tan cerca que se podía tocar,
que escuchaba su respiración aunque no lo veía.
Allí estaba.
Esperaba su hora atento,
sin palabras, sin saber
que algún día llegaría el día.
Allí estaba.
Soñando en alto, comprendiendo
que aunque nunca fuera la hora,
el trabajo estaba hecho
y crecía lo sembrado.
Y yo solo quería saber
si tenía hambre, si tenía frío.
Solo quería saber que no lo había destrozado
el rincón delicado e inconstante
donde guardo los regalos más preciados,
donde escondo pensamientos peligrosos.