«¿Has visto alguna vez
amanecer en la montaña?»,
me dijiste en un no tiempo, un no lugar,
bajo un sol que reflejaban
las paredes de granito
de los picos elevados
devolviendo la caricia
a la luz rosa y naranja.
«Ahora», sonreías,
«nosotros lo hemos visto.
Nosotros. Y no ellos».