
No sabes lo que daría
por estar en aquel sitio,
mis manos recogidas, que no estorben,
mis pies mojados.
La antesala del silencio para siempre,
ese momento detenido, todo era perfecto
o quizá nada,
pero ahora lo recuerdo y pongo en ello
un poco de fe, un poco de miedo
para que no tengas que decirme nunca más
por qué,
no lo entiendo,
no hay remedio
o hasta la vista.