
(A propósito de 1910, de Federico García Lorca)
Yo quise diseñar montañas rusas,
hacer crecer jardines, pánicos y ritos,
cuidar campos de trigo, alimentar terneros,
recibir de la tierra una fuerza
poderosa, eterna, mortal y saturada.
Yo quise besar el viento y que el viento devolviera
ni con pasión, ni con esa prepotencia
con la que a veces dejamos
entre labios y pared.
Tallar miles de años
en rocas del camino,
saber que cuando muera
todo quedará ahí.
Yo quise saltar la comba
mientras las niñas cantaban,
aquellos ojos míos,
tal vez de dos mil diez,
que tuve que cruzar, cortocircuito,
de puente a puente
en un tablero de juego
con reglas de código móvil.