
Es ridículo a veces ponerme ahí
justo delante
y decirte que te quiero.
Porque se pierde la letra exacta
y me enfada que solo entiendas
las superficies.
Así que pego patadas, bum, zas,
y puñetazos,
muerdo como el cachorro mal adiestrado
que un día fui.
Y entonces sí, te quiero en serio,
cuando todo esto
parece broma.