
Fui una pequeña
litificada con risas.
Fui a disgusto y siempre sola.
Fui juegos y personificaciones.
Fui insomnio.
En el principio
la piedra no era piedra. No existía
el granito, ni el sílex, ni mineral alguno.
Todo era aire o vida,
venas, pan.
Y la piedra un día
plantó su discordia.
Fui creciendo solo en cuerpo. Quise
palabras, obtuve ruido. Quise
silencio, gané oscuros. Quise
buscar, conseguí malos pensamientos.
Y todo en mí se fue calcificando.
La piedra nueva construyó cuerpos
indestructibles y perfectos.
Inmortales cuerpos de roca
que dejaron obsoletas a las córneas blandas y miopes.
El cielo era gris primario,
el suelo, blanco.
Todo por hacer,
todo acabado.
Me ofrecieron amor,
lo rechacé orgullosa,
pues supe desde los pies
que no iba a ser para siempre
y eterno significa poco para un monte.
Picoteaba en grupos de dos o tres
y practiqué la conversación monológica.
La lluvia erosionaba algunas ruinas.
Fue nacida la piedra, nadie
sabe su origen verdadero, nadie
se lo preguntó nunca.
Era algo que estaba y era
necesitado más que amado
y existían solo dos o tres esencias,
pero el polvo dio matices
y amor no era lo que habíamos creído
y tuvo muchos nombres.
Me perdí un poco a cada rato
dejándome caer cual sábana limpia.
El martillo no pudo conmigo,
me vencieron las miradas, las caricias.